jueves, 6 de diciembre de 2012

No vale la suerte

Voy a escribir sobre el 7D, el escenario tangible y comprensible, o al menos, el que puedo tocar y comprender yo.

Podemos ponernos a hablar como si todos fuéramos abogados, que per saltum, que avocamiento, que la ley, que la sentencia, que las cámaras y los jueces.
Pero todo eso, lo sabemos pero nos hacemos los boludos, no son más que textos copiados de diarios o ideas de otras personas que escriben por ahí y que nosotros confiamos.
Por qué confiamos?
Porque somos leales.

Y por qué somos leales?
Porque creemos.

La runfla acomodaticia no hace más que valerse de la suerte.
Esperar para atacar.
Morderse en el "yo lo dije", para decir que lo sabía.
Ese gesto pitoniso, no tiene más asidero en la realidad que la palmada en la espalda de un vecino de Facebook.
Y cuatro o cinco "me gusta".

Varios de nosotros podemos decir que ya lo dijimos, que sabíamos, que no sabíamos, que no lo dijimos, que nos tatuamos el 7D o que nunca pensamos en él, que nos reímos de Sabatella y de la lucha, que defendimos a Sabatella y la lucha, y que nunca pensamos en Sabatella porque la lucha era nuestra o que siempre lo vimos a esto como una lucha de Sabatella y no nuestra.
Está en cada quién saber qué hace, qué hizo, qué hará.
Pero no vale la suerte.
No vale ver de qué lado cae la taba para cantar el Nunca Menos, porque la política es apuesta en firme, jugarse y morirse.
Acá se canta todo el tiempo, y no se afloja ni con una balacera de lava, querido.

La militancia, entonces, es justamente salir, tirar, nunca esconderse, correr como locos contra el viento y la tormenta con la seguridad de que no es más que una tormenta, y entonces, claro, poder decir con orgullo que luchaste por algo en lo que vos creías.

La política que hacemos los peronistas, los kirchneristas, es una política de lo bueno y lo proactivo.
El pragma, ante todo.
Nosotros no especulamos.
Nosotros no decimos qué habría que hacer, sino que hasta donde nos da el cuero, viejo y vieja, vamos y hacemos.

Nosotros nos jugamos con los ojos cerrados.
Y te aseguro que así, las victorias se sienten tan plenas como las derrotas: no hay nada más romántico, que disfrutar el dolor de una derrota, probarlo, acostumbrarse, saber que hay desempate siempre y la final, qué linda es la final, con qué huevos se juega, con qué dientes se muerde, y cuánto odiamos a la suerte.
Fundamentalmente, nosotros no vamos por el no, sino que vamos por el sí.
Tratamos de construir y no de destruir.
Eso, nos diferencia del liberal, que quiere que el resto haga y ellos cobren, o del trosko, que quiere que nadie haga nada y esperan que la revolución baje del suelo, y nos difiere del de derecha, que no sólo no quiere que nadie haga nada, sino que si alguien hace algo, enseguida va y dice que no lo haga más, le corta las alas y trata, por todos los Medios, de meterle tres balazos en el paladar para que nadie lo haga nunca más y entonces el resto se aterre y jamás se anime a volver a hacerlo.
Como si nos hubieran vencido.

Porque acá no se vale la suerte, no tiene precio, nadie la quiere comprar.
La suerte es el culo y desde el culo sabemos bien qué es lo que sale.
La suerte es para los cobardes, para los sanitos, para los tristes.
La suerte es para los que piden que las cosas pasen, y no para los que hacen los que esas cosas pasen.
Acá tengo que volver, mi estimado o estimada, sobre algo que alguna vez dije, sobre la necesariedad de militar y sobre lo que dijo alguna vez Mariana Baranchuk, una compañera con la que solemos estar de acuerdo en privado y no tan de acuerdo en público, que es el consignismo.

En ese consignismo, muchos gritamos cosas a diestra y siniestra y no tenemos real carnadura del asidero que esa consigna pueda tener en la realidad, en lo tangible, en el pragma.
Basta un vistazo a cualquier diario, para poder comprender los actores y el escenario.
Caramba, parece un teatro.
Pero no lo es.
Es el arte de lo real, si es que esto es posible, si es que fuera arte, y es lo hecho sobre lo que se podría hacer.
No quiero caer en filosofía cara, filosa y falsa, no. No me da.
Quiero decir: si uno estuviera militando, cada comentarista de facebook, cada comentarista de colectivo, cada luchador contra la Liga de las Sombras de los Taxistas, estaría, sin lugar a dudas, mucho mejor formado para poder dar la batalla diaria contra cada argumento, ganemos o perdamos, y siempre y cuando, estemos de acuerdo con esa idea o ideal que conforma la lucha.
Puesto que en un escenario presuntamente adverso como el de hoy, podemos ir y preguntarle a nuestros compañeros, a los leales, a los referentes, al puntero del barrio, a nuestro funcionario amigo, al periodista que la ve, cómo sigue, qué le parece, qué hacemos, cómo seguimos y cómo hacemos y luego, con todo ese menjunje de errores y aciertos, siempre amparados en la lealtad y la confianza compañera, sacar nuestra conclusión.
Esto, es meterse.
Hasta el cuello y el cajón, nada de medias tintas, sin nadie que nos vomite.

Las cartas ya están echadas, y no son las cartas de poker, ni las de truco, son las cartas documento, son los documentos que se elevan en instancias que nosotros dificilmente podamos comprender, pero con maestría de leguleyo, defenderemos como si supiéramos de qué hablamos.

La política se juega también en la justicia, y la justicia puede ser y es en muchos casos, el hacedor concreto o el arbitro de esas políticas.
Ya hicimos nuestra movida. Ahora la hicieron ellos. Mañana la hacemos nosotros de vuelta.
Pasado otra vez ellos.
Y así.

No vale la suerte.
No vale la magia.
Sólo valen los hechos, y fundamentalmente, esta hermosa, sana y deliciosa democracia en la que es posible incluso, que un grupo de medios enorme banque a un juez.

Ni quiero pensar, si un enorme grupo de medios, puede bancar a un juez, y sus viajes y misterios, doblando el brazo de lo que dicta la justicia y la ley votada por amplia mayoría, hasta dónde puede llegar con algunos casos menores, comparados con esto y según su vista, que incluya forenses, científicos, peritos, médicos y abogados, todos tan corruptibles como para decir que acá no hay ADN compatible.
¿No?

Por otro lado, con una democracia tan sana, tan real y en la que los poderes son tan independientes, no nos queda más que festejar.
Celebrar.
Abrirle los brazos al tiempo y darle un abrazo, agarrarlo, y esperar. Contarle cuáles son nuestras convicciones y cual fue el sueño que nos propusieron hace un tiempo: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como nación, y volver a tener una Argentina para todos y para todas.
El mismo tipo que nos propuso eso, nos dijo que no pasarán a la historia aquellos que especulen, sino los que más se la jueguen.

Y mientras tanto, hagamos explotar esa Plaza de Mayo este domingo, con nuestras consignas kirchneristas, nuestras remeras partidarias, dejando en claro qué somos y de qué lado del kiosco de diario estamos.
Esa Plaza de Mayo por la que tantos insistieron durante cada marcha de la oposición durante todo el año.

El 7D está acá y es la celebración máxima de la democracia, con todos sus aciertos y errores.
Nos vemos ahí.






1 comentarios:

Laura dijo...

Las batallas se dan y se pelean a fondo. Si se ganan y si pierden. Y no es romanticismo, sino la más concreta convicción que permite cambiar la realidad y nuestras vidas. Y el mundo.
Cada día estamos más fuertes.
El 9 todos a la Plaza, a festejar más que nunca y a seguir dando batalla.
Es amor.

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