domingo, 8 de mayo de 2011

UN ENORME CUADRADO






Un cuadrado, algo sucio, algo anormal, algo alargado, una pieza de varias piezas sin piezas, sin partes, sin divisiones, con uniones, con dolores, con olores, con masitas, con misterio y como revelación del año y clap clap clap.


Un cuadrado de concreto, alambre y clavo, un misterioso pedazo de cemento seco, astuto, relevante, inspirador, la casa de todas las cazas, el coto peronista de maravillada música, tu casa, tu casi-se vuelve un caso y por caso cómo andamos, andamios a cuesta que cuestan más que lo que acuesta y acá estamos, mate a mate, tomando cabezas por hervideros y una cacerola que prepara el guiso de tu vieja, por tu vieja, con tu vieja y todas esas viejas rencillas del pasado que acá, hoy, se cierran para invitar a nuevas peleas de jugadores de truco, mentirosos y arteros, clásicos artistas del vodeville porteño, argentino, popular y nacionalista, de pie, pasa la bandera y esa bandera, es la de Boca.


Una obviedad, una pataleta al hígado, una cosquilla de uñas negras en uno de los tantos corazones que apenas funcionan y la chispa esa amaga, nos asombramos, nos acercamos, la observamos y encontramos que era una ilusión (muy pero que muy bien hecha), tecnológica, ilógica en su concepción y verdadera desde su intención, porque alumbra, porque ilusiona y porque en definitiva lo que vale es la canción y no el ruidoso bienestar.


Una nota al pie en el manual de la connivencia conviviente, revolcada varias veces en el chiquero de los chanchos negros, aquellos que saben llorar, saben gritar, saben doler, saben maullar, saben robar, saben hacer trampa y saben contarte que acaban de hacer trampa pero te lo dicen con una onda tan grande, que finalmente, festejamos con copas astilladas a riesgo de tragarnos el pedazo de vidrio y mirarnos a los ojos con una lágrima de dolor recorriendo la mejilla mientras la vidriosa astillita corta la garganta por dentro, dándole al estómago de beber la sangre propia y compañera, la sangre que alegra la vida, la sal del asado bien cocido y un nuevo vaso de vidrio verde repleto hasta arriba de ardiente vino natural, recién cosechado de un árbol de tetra-brick.


Un cuadrado, te decía, que puede haber albergado cualquier otra verga, cualquier otra concha, pero ahora la concha es nuestra y las verguitas son ajenas, la frente siempre en alto y mirando con la altanería consecuente de haberse hecho latiguear ese lomo cientos de veces, a propósito, sin querer o como carajo fuera que el destino nos haya hecho subir al ring de la insana muerte, esa del camino largo, sinuoso, torturante hasta lo medular.


El precio obligado de las bolsas del barrio, de esos judíos amables que nos quieren un cachito y nos sonríen al pasar, y nosotros saludamos con el sombrero como viejos malevos, la planta del pie apoyada en la pared, la espalda también, el puchito en la mano y ese meneo de esa cola imperfectible que pasa por allá y más acá y en el infinito intento de convertirnos, al fin y nuevamente, en tiernos humanos rellenos de dulce de leche y caramelitos Media Hora que han estado, por cierto, demasiado tiempo en la vidriera, en el mostrador del kiosquero que habla de más, entonces el caramelo, el azúcar solidificada se pega al papel como nos hemos pegado, ya, nosotros a tu historia y tu historia a nosotros y nos confundimos en ese nosotros y toda la historia es, oscuramente, toda nuestra, porque ya somos esclavos de la risa con arreglos pre-molares y alguna prótesis que la obra social que tenemos nos supo mejorar.


Un cuadrado, que podría ser círculo y podría ser aquelarre de escobas voladoras, o podríamos juntarnos todos alrededor de un caldero para sacar la pócima de la buena vida, meter patas de rana, alas de murciélago, un cacho de política, un Pocho de Néstor, un trago de cristina y una espolvoreadita porción de un cristo, para que todos los cristos jovencitos que te caminan y te laburan la vereda, bolsiqueando, olfateando, jalando y siendo parte de un agradable mastín guardián de la publicidad encubierta del desastre sigan siendo grandes protagonistas de los silencios que empatan a las virtudes y no decimos más nada cuando lo inexplicable, no tiene explicación.


Y entonces al día equis resucitó de entre las malditas flamas de la humedad como una rosa de espinas en los pétalos y más espinas donde van las espinas: el pasillo alargado hacia la luz debería pretender cargar una piedra gigante en nuestro lomo o convertirnos en las tres tortugas que sostienen al universo o al menos al planeta y ni eso, es simplemente un enorme cuadrado de cemento, un enorme cuadrado que como un gigante, aplasta con su pie torpe a los retoños de la habladuría, asombra con gran asombro a un asombroso tendal de botarates impunes que recostados en los laureles de los patriotas, humedecen las mismas lengüitas que humedecen cuando cuentan la tequita, cuando no tienen esa goma espuma roñosa para mojarse los mismos ganchos que usan para toquetear a sus mujeres en noches de blanco satín, de seda de vestido de novia muerta en la tarde de su boda, de hijos no nacidos, de familiares lejanos del dolor, pero del dolor ese que te tomás una trancabola y el dolor, el dolor se va.


Será monstruoso, será sutil, será un viaje de ida en un colectivo hasta un pueblo en el que los lenguajes no se expliquen ni con señas, donde falten brazos y sobren armas, donde todo o casi todo sea de color rojo, donde el almanaque sea lo que permita que la ametralladora quede en sincera escuadra, donde los relojes se hayan roto (todos ellos) y la hora exacta sea todos los días.


Acá estamos.

Así estamos.

Una legión, una logia, una ilógica ensalada y esta es la ensaladera, la jauría porcina, el grito de los culpables y todas esas camperas que apoyabamos en la silla cuando llegabamos al baile, se miran, se invitan y apretan contra la pared como primeros amantes mientras nosotros, definimos la revolución, tomamos por asalto un banco que estaba siendo robado y la policía termina bailando con nosotros, agarrados de los brazos, una patada para la derecha, una para la izquierda, bien altas esas piernas, buena danza, así me gusta!

Sonreímos que estamos en el aire, vamos vamos, sonriendo, che!


Brindemos y brindamos porque ganamos y somos, por esta vez y desde ahora: porque esta vez se convirtió en siempre.


Siempre.

Siempre.


Hasta el comienzo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

CONSQUILLITAS NENE! PANTER

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